LA COSTA ESTE
Cogemos un ferry en Kerkira para ir a Igomenutsa. Víctor y Almudena se cogen un autobús porque no les apetece mucho ir en bicicleta. Les lleva hasta Prevenza y luego tienen que retroceder hasta un camping cerca del cruce hacia Artos. Almudena se cae de la bici y se da un buen golpe en la mandíbula.
La etapa es un poco rompe piernas. Menos mal que tenemos el aire a favor. En una bajada, yendo a 50 km/h se me pone en paralelo un tío con una moto y se me pone a hablar en griego. Justo me viene a esa velocidad para controlar la bici como para ponerme a hablar con uno al que no le entiendo. Le hago gestos con la mano para que pase y me deje tranquilo. Hay mucha gente que te pita y te saluda. No hago mas que levantar la mano para saludar todo el rato. En Nekromanteio nos paramos a ver unas ruinas, las primeras del viaje. Son pequeñas y lo mejor de ellas es una habitación subterránea a la que se accede por unas escaleras empinadísimas.
No hay un buen sitio para echarnos la siesta así que nos tumbamos al lado del camino. Apenas nos enteramos de la gente que pasa. Solo un poco de preocupación por las serpientes, porque hemos visto, dentro de las ruinas, veneno para las mismas. Llegamos pasadas las ocho de la tarde al camping.
Cogemos camino hacia el interior de Grecia, hacia Artos. Los 40 kilómetros hasta allí son llanos. Una vez allí hemos comido al lado de un puente famoso porque el arquitecto emparedó a su mujer porque el puente se estaba hundiendo y pensaba que así se detendría. Al coger las bicis para irnos, nos damos cuenta de que he pinchado la rueda de atrás. El primer pinchazo del viaje. Lo arreglamos en un momento aprovechando que hay una fuente.
LA MONTAÑA
Ya empieza lo duro. ¡Viene la montaña! Subida, subida y mas subida. Subimos unos 16 kilómetros con alguna pendiente del diez por ciento. Después de descartar varios sitios para dormir, paramos en un descampado al lado de la carretera. El sitio esta bastante bien y hay otro sitio mejor porque esta un poco mas escondido pero parece que hay discrepancias, por lo que nos quedamos allí.
Víctor y Almudena montan la tienda. Carmelo y yo dormimos al raso. Hay montones de mosquitos y con el saco de algodón que llevo no me puedo capuzar. Me cuesta mucho dormirme por su culpa. A mitad de noche oigo ruido de ramas como si hubiera un animal cerca. Enciendo la linterna y hay una especie de tejón bastante cerca de nosotros.
La etapa de hoy es la mas dura de todo el viaje con diferencia. ¡Venga para arriba!
Hay un momento en que la subida es muy fuerte. Tengo metidas todas las marchas posibles. Miro a Carmelo a ver si echa el pie a tierra, pero nada, ahí está aguantando. Luego me entero que el pensaba lo mismo de mi. Por tontos casi nos reventamos. Almudena se pega otro tozolón pero este es pequeño.
Hoy toca dormir en hotel, el único del pueblo. Bastante malo, por cierto. Tiene cuatro
habitaciones y el baño compartido. Para llegar al mismo hay que salir a la calle. El dueño del hotel nos da a probar el ouzo nada mas vernos. Aprovechamos para hacer la colada y darnos una buena ducha antes de irnos a dar una vuelta.
Nos sentamos en una plaza a cenar. Almudena entabla conversación con una mujer sentada en la mesa de al lado. Así nos enteramos que el embalse por el que hemos pasado subiendo no se ha llenado en la vida. Por eso la carretera pasa casi por el fondo. Hay una presa inmensa para un charco pequeño.
Nos trae la comida una camarera. Le preguntamos que es pero no nos entiende ni papa así que me pongo a imitar a una gallina. Nada. Me pongo a balar como una oveja y tampoco acierto. Al final atino haciendo de cerdo.
Cogemos un ferry en Kerkira para ir a Igomenutsa. Víctor y Almudena se cogen un autobús porque no les apetece mucho ir en bicicleta. Les lleva hasta Prevenza y luego tienen que retroceder hasta un camping cerca del cruce hacia Artos. Almudena se cae de la bici y se da un buen golpe en la mandíbula.
La etapa es un poco rompe piernas. Menos mal que tenemos el aire a favor. En una bajada, yendo a 50 km/h se me pone en paralelo un tío con una moto y se me pone a hablar en griego. Justo me viene a esa velocidad para controlar la bici como para ponerme a hablar con uno al que no le entiendo. Le hago gestos con la mano para que pase y me deje tranquilo. Hay mucha gente que te pita y te saluda. No hago mas que levantar la mano para saludar todo el rato. En Nekromanteio nos paramos a ver unas ruinas, las primeras del viaje. Son pequeñas y lo mejor de ellas es una habitación subterránea a la que se accede por unas escaleras empinadísimas.
No hay un buen sitio para echarnos la siesta así que nos tumbamos al lado del camino. Apenas nos enteramos de la gente que pasa. Solo un poco de preocupación por las serpientes, porque hemos visto, dentro de las ruinas, veneno para las mismas. Llegamos pasadas las ocho de la tarde al camping.
Cogemos camino hacia el interior de Grecia, hacia Artos. Los 40 kilómetros hasta allí son llanos. Una vez allí hemos comido al lado de un puente famoso porque el arquitecto emparedó a su mujer porque el puente se estaba hundiendo y pensaba que así se detendría. Al coger las bicis para irnos, nos damos cuenta de que he pinchado la rueda de atrás. El primer pinchazo del viaje. Lo arreglamos en un momento aprovechando que hay una fuente.
LA MONTAÑA
Ya empieza lo duro. ¡Viene la montaña! Subida, subida y mas subida. Subimos unos 16 kilómetros con alguna pendiente del diez por ciento. Después de descartar varios sitios para dormir, paramos en un descampado al lado de la carretera. El sitio esta bastante bien y hay otro sitio mejor porque esta un poco mas escondido pero parece que hay discrepancias, por lo que nos quedamos allí.
Víctor y Almudena montan la tienda. Carmelo y yo dormimos al raso. Hay montones de mosquitos y con el saco de algodón que llevo no me puedo capuzar. Me cuesta mucho dormirme por su culpa. A mitad de noche oigo ruido de ramas como si hubiera un animal cerca. Enciendo la linterna y hay una especie de tejón bastante cerca de nosotros.
La etapa de hoy es la mas dura de todo el viaje con diferencia. ¡Venga para arriba!
Hay un momento en que la subida es muy fuerte. Tengo metidas todas las marchas posibles. Miro a Carmelo a ver si echa el pie a tierra, pero nada, ahí está aguantando. Luego me entero que el pensaba lo mismo de mi. Por tontos casi nos reventamos. Almudena se pega otro tozolón pero este es pequeño.
Hoy toca dormir en hotel, el único del pueblo. Bastante malo, por cierto. Tiene cuatro
habitaciones y el baño compartido. Para llegar al mismo hay que salir a la calle. El dueño del hotel nos da a probar el ouzo nada mas vernos. Aprovechamos para hacer la colada y darnos una buena ducha antes de irnos a dar una vuelta.
Nos sentamos en una plaza a cenar. Almudena entabla conversación con una mujer sentada en la mesa de al lado. Así nos enteramos que el embalse por el que hemos pasado subiendo no se ha llenado en la vida. Por eso la carretera pasa casi por el fondo. Hay una presa inmensa para un charco pequeño.
Nos trae la comida una camarera. Le preguntamos que es pero no nos entiende ni papa así que me pongo a imitar a una gallina. Nada. Me pongo a balar como una oveja y tampoco acierto. Al final atino haciendo de cerdo.
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